Cine, política y responsabilidad: ¿Qué es lo que queremos que permanezca?

Por Josefina Minolli

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«Esto es una película política». Fotograma de As I was moving ahead ocassionally I saw brief glimpses of beauty (Jonas Mekas)

 

¿Es posible pensar una comunión entre el cine y la responsabilidad? ¿Se puede hacer cine sin asumir una posición política? Éste jamás es ingenuo  (aunque a veces se disfrace de apolítico). Algunos autores, quizás puedan serlo, pero en su torpeza reside su irresponsabilidad. El cine habla, y cuando lo hace tiene el poder de influir el modo en que percibimos y actuamos en el mundo, de transformar el sentido común (o de conservarlo) y de fijar agenda política. Su alcance masivo y la veracidad que le confiere su imagen indicial son sus mejores armas.

Uno de los mayores obstáculos a la hora de pensar el compromiso responsable, es que la palabra política suele ser interpretada en su sentido más elemental. Así, muchas veces despierta rechazo o una interpretación extremista y parcial, como si ésta implicara un necesario partidismo. De la mano de esto, se suele identificar el compromiso social como una necesaria representación de las clases subalternas, presentándose como el verdadero y único compromiso posible.

Por el otro lado, muchos realizadores objetan que su único interés está en hacer cine de entretenimiento: Liviano, divertido, taquillero. No tiene nada de malo querer entretener o ser entretenido, pero la reflexión sobre lo que le estamos comunicando al mundo no debería ser dejada de lado.

No se trata de ser serios, aburridos o propagandísticos. En toda forma y contenido ya se encuentra la posición política y humana del realizador. Su compromiso puede estar ligado a la vida, a los sistemas sociales, a la naturaleza. Puede ser manifestado a partir de una temática psicológica, filosófica, sociológica. Y también, se encuentra en la puesta de cámara, la configuración de personajes, la estructura narrativa.

En la película As I was moving ahead ocassionally I saw brief glimpses of beauty, aparece una placa que reza “This is a political film” (Esto es una película política). Podría interpretarse como un completo absurdo, cuando lo único que vemos son retazos de la vida del director: Un día en la playa, una cena con amigos, un paseo por Nueva York. Pero si uno mira un poco más allá, descubre que su verdadera politización está manifestada en su tesis sobre la vida. Mekas, despoja a la representación cinematográfica de la vida de toda su espectacularidad. La vida antes que espectacular puede ser sincera.

Gilles Deleuze define al cine como un acto de resistencia. No sólo porque éste emite un discurso sobre el mundo (donde a veces podría caber una suerte de resistencia política), sino fundamentalmente porque implica una persistencia en el tiempo. La obra continúa existiendo aunque su autor ya no esté. Cincuenta, cien o mil años más tarde, aún es capaz de interpelarnos, de emocionarnos, de comunicarse con nosotros. Quizás ser responsables sea cuestión de preguntarnos qué es lo que queremos que permanezca.

“(…) El arte como la vida quieren facilitar su tarea, deshacerse de la responsabilidad, porque es más fácil crear sin responsabilizarse por la vida y porque es más fácil vivir sin tomar en cuenta el arte. “ Mijaíl Bajtín.

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