El banquete al que no nos invitaron

Por Candelaria Pérez
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Fotograma: «Abrazame como antes». De Jurgen Ureña

Jamás leí a Hegel, ni mucho menos a Judith Butler, pero a Beto (Alberto Canseco) sí. Si este escrito fuese un banquete, nos sentaríamos los cuatro; pero más que banquete es una cadena trazada entre generaciones y disciplinas. (Y si fuese un banquete, probablemente no me dejarían estar presente).
Quisiera hacer dialogar al libro cordobés “Eroticidades Precarias: La Ontología Corporal de Judith Butler” de Beto (1), con los asientos de las salas de cine.

Beto comienza este libro girando alrededor del concepto reconocer y para darle cuerpo a esta palabra se basa principalmente en un libro de Judith Butler llamado “Dar cuenta de sí mismo”.
Y, alargando la cadena de escritorxs, Judith recupera la noción hegeliana que consiste en sostener que el acto del reconocimiento es un acto junto a unx otrx con el o la cual más que diferenciarme, me igualo.

“¿Consiste el reconocimiento, como argumenta Hegel, en un acto recíproco por el cual reconozco que el otro está estructurado del mismo modo que yo? ¿Y reconozco que el otro también hace o puede hacer ese reconocimiento de mismidad?” Judith Butler (2)


Siendo que el acto del reconocimiento implica un encuentro con unx otrx con quien me voy a igualar y construir mi identidad, esa identidad se está construyendo desde el exterior, es decir la imagen que tenemos de/la otrx, hacia el interior, lo que creemos ser ante esx otrx.

Además Beto agrega que ese encuentro genera una pérdida de individualismo, porque la identidad propia aflora o emerge a partir del reflejo de la otra identidad. De este modo, reconocerse en unx otrx posibilita el auto-conocimiento al mismo tiempo que pone en riesgo nuestra identidad ya que se ve en una constante transformación.

Podríamos decir que no nos reconocemos en cualquierx otrx, sino que elegimos con quién si o no empatizar. Llegado este punto, hago el lazo con el cine.

En mi experiencia como espectadora, y mas como cinéfila noto que la mayoría de las películas están construidas para generar empatía con algunx de lxs personajes principales. Y no se trata tanto de si esxs personajes son héroes/heroínas o malhechorxs. En palabras de Hitchcock (3):

“es importante que el público pueda reconocerse en los personajes”

Entonces ¿será esta la razón por la cual hay tan pocos filmes y son tan invisibilizados aquellos en los que el o la personaje principal es transexual, gordx, viejx, y un etcétera de excluidxs estéticos?.
¿Será entonces que películas como Casa Roshell o Abrázame como antes no atraen  a priori espectadores porque evitamos igualarnos, es decir reconocernos, con aquellxs personxs que son excluidxs de la sociedad hetero-estética?

Estas experiencias de reconocimiento en el cine sostienen algunos patrones de discriminación social. Por un lado, el o la cineasta está influencidx por nociones de belleza estética o moralidades del buen ciudadano. Por consiguiente, estas nociones y moralidades de una cultura heterosexual, católica, patriarcal y monogámica se ven reflejadas en su filme; reforzando así las selecciones de con  quien empatizo o dejo de hacerlo o en quien prefiero reconocerme y en quien no. Porque tácitamente son solo algunas personas quienes entran en el rectángulo de la pantalla, y esa selección de la instancia del casting no es inocente; como tampoco lo es la redacción del guión, ni mucho menos la creación de los personajes.

Los otros días me encontré con estas palabras de Hitchcock (director vanagloriado en el mundo del cine, y por suerte también rechazado en algunas ocasiones):

“Cuando abordo cuestiones sexuales en la pantalla no olvido que, también ahí, el suspense lo es todo. Si el sexo es demasiado llamativo y demasiado evidente, no hay suspense. ¿Por    que razón elijo actrices rubias y sofisticadas? Buscamos mujeres de mundo, verdaderas damas que se transformaran en prostitutas en el dormitorio. La pobre Marilyn Monroe tenía el sexo inscrito en todos los rasgos de su persona, como Brigitte Bardot, lo que no resulta muy delicado.” (2)

El reconocido maestro del cine clásico tuvo la amabilidad de nombrar explícitamente la selección de actrices que llevó a cabo, así como la ideología que conciernen sus filmes, tremendamente machistas. Para extenderse en el tema acerca de la violencia de género que sostiene Alfred Hitchcock recurriría al escrito de Laura Mulvey llamado Placer visual y cine narrativo, pero aunque esta cerca no es en lo que quería extenderme.

Antes que hacer un análisis intensivo de unx solx autorx, lxs invito a dar cuenta de que películas están hoy llenando salas, y cuales se quedan en una sala de un festival de cine por no haber podido convocar suficientes espectadorxs. Y en algunas situaciones considero que no tiene que ver con problemas de difusión ni de distribución, ni mucho menos con la calidad del filme; sino con la naturalidad contagiada de evitar sentirse representadx por actores sociales que no responden a la norma de belleza, ni a la de sexualidades aceptadas.

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Fotograma: Casa Roshell. De Camila José Donoso.

Creo que la inclusión en el cine y en la cultura de aquellxs otrxs que son constantemente evitadxs,  tanto en la pantalla como en la vereda, no es posible que se rompa en la sala cine solamente por acción del/la cineasta sino que también es fundamental que lxs espectadorxs estén abiertxs a recibir aquellos filmes, y por lo tanto a puedan reconocerse en esx otrx.

 

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