Las representaciones del amor en el cine: Entre los clichés y la sensibilidad

Por Josefina Minolli

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Escena final de El Graduado: Conjunción interesante entre un cliché y una representación de los diferentes estadios del amor a partir de la transición de los gestos de los protagonistas.

Desde tiempos inmemoriales, el amor ha sido uno de los grandes temas que ha inquietado al hombre; a tal punto de impregnar muchísimas de sus historias y expresiones artísticas. En el cine, existe un género en particular nacido de esta inquietud: El romántico. A lo largo de su  desarrollo, se han ido generando diferentes representaciones del amor, algunas más recurrentes que otras. Particularmente me interesan aquellas surgidas en la década del ´90 hasta la actualidad, probablemente porque me he visto atravesada por ellas desde mi adolescencia hasta el día de hoy.

La comedia romántica hollywoodense, que tiene un gran historial de éxitos de taquilla, ha repetido hasta el hartazgo un número de clichés que nos ofrecen un amor acartonado, a veces psicópata y completamente optimista. En muchos de estos films, una persona con una identidad falsa o un pasado oscuro, llamémosle A, intenta conquistar a otra persona B. En el proceso de conquista, en el cual se ven implicadas ciertas mentiras, A y B se enamoran. Por una serie de circunstancias, B descubre el engaño de A, e irremediablemente se separan. Luego de repetidos esfuerzos de A por pedir disculpas y confesar sus sentimientos, B lo perdona; sellando su amor eterno con un último beso ante la cámara. Un condimento necesario (por no decir obligatorio) es aquella escena en que uno de los enamorados corre, a último momento, hacia el aeropuerto o el altar, antes de que su amado tome la decisión que los separará para siempre. Un claro ejemplo de esto es Cómo perder a un hombre en 10 días.

Existen también, otro tipo de esquemas, que superficialmente parecen inofensivos, pero que en el fondo son representaciones peligrosas del amor. La persona que persigue por todos lados a su objeto de deseo, le escribe una innumerable cantidad de cartas, le tira piedritas a su ventana a medianoche, no es romántica: Es acosadora. También lo es, si amenaza con matarse si no se le concede una cita, como hace Noa en Diario de una Pasión. Esta forma de conquista (caracterizada por el engaño, el hostigamiento o incluso la amenaza) no sería demasiado deseable en el mundo real. Entonces, ¿Por qué será que muchos la consideran romántica al verla representada en la pantalla? Los rasgos de los protagonistas, como Ryan Gosling o Robert Pattinson, invisibilizan la demencia de sus acciones; así como la estructura dramática, que propone la mentira como un pequeño inconveniente o el “NO” como un obstáculo a sortear, cosas que se interponen en el camino a la felicidad de los personajes.

Aun así, existen otras películas que retratan al amor con la unicidad y complejidad que se merece. Un ejemplo que considero bellísimo es el film chino Con ánimos de amar, que explora sobre la imposibilidad de concretar el amor: Por la timidez, la negación y la moral. Sue y Chow nunca se dan un beso, sin embargo la atracción y el amor que se profesan se deja entrever en la sutileza de sus gestos, sus diálogos y sus acciones ¿No se sentiría estafado el típico espectador  de películas románticas si los protagonistas ni siquiera se besaran? En Blue Valentine somos testigos de los diferentes estadios de una pareja: Desde el enamoramiento hasta la disolución del matrimonio. Mediante la utilización de un montaje alternado es posible ver el contraste entre la pasión y el desencanto, y gracias a esto, el amor se nos presenta como multifacético. Además, el amor como prosperidad, cuya máxima expresión se denota en la frase “Fueron felices y comieron perdices”, es puesto en duda.

Como realizadores, creo que es importante tener en cuenta el poder discursivo del cine, y por ende, el peligro que implican ciertas representaciones del amor, que legitiman el machismo, el acoso o la belleza como garante de la felicidad. La repetición infatigable de este tipo de clichés, y su consumo, es responsable de avalar ciertas conductas y moldear lo que el sentido común cree que es el amor. Para mí, las películas románticas que valen la pena son aquellas que verdaderamente logran tocarnos una fibra, por su humanidad y sinceridad a la hora de retratarlo, tratando de abarcar su enorme complejidad.

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