Nadie se desnudará esa noche

¿Qué nos queda si nos arremete el pudor?

LA-VIDA-DE-ADELE-2.jpg

La vida de Adele, Abdellatif Kechiche

El pudoroso esconde, elige qué mostrar en función de no molestar al otro. En paralelo, los cineastas componemos / encuadramos / recortamos sonidos e imágenes en función de movilizar al espectador hacia la emoción / mensaje deseado.

Alejándonos del pudor es que podemos evidenciarlo, poniendo en pantalla / altoparlantes aquello que  aunque tenga cuerpo y forma, se ha vuelto invisible / inaudible.  Develando los lugares comunes de pudor es que podemos destituirlo, desarmarlo, desnudarlo. Podemos reconocer lo que se esconde cotidianamente debajo de la cama, debajo de nuestras ropas.

¿Por qué luchar contra el pudor?

Venus in Fur Roman Polanski.jpg

La venus de las pieles, Roman Polansky.

Cuando los cineastas componemos con cuerpos ajenos entra en juego una responsabilidad ética y política enorme.

Personas, cuerpos, pero no actores. Mientras los actores simulan ser lo que no son, los cuerpos, que Bresson acostumbraba a llamar modelos, esconden lo que ni si quiera sospechan que son.  Siguiendo su línea, a partir de ahora los llamaré modelos.

Sólo un cineasta sin pudor podría revelar a través de su cinematógrafo aquello que su modelo esconde. Ya que si sumamos pudor al pudor, no nos queda nada, no se mira nada, no se escucha nada, no hay mensaje comprensible. Todo queda enmarañado en el detrás de cámara.

Un pudoroso no puede hacerle llegar el mensaje a su equipo, en el recorrido entre mente-cuerpo el mensaje se desfigura, sólo llega la vergüenza inundando la sala, desparramandose por entre las butacas y contagiando a los espectadores como un virus fatal. Nadie se desnudará esa noche sin pensar ¡qué vergüenza!.

Un film embriagado de pudor que pone de relieve un cuerpo desnudo, aunque probablemente erótico, lo llena de vergüenza ajena, le falta el respeto.

Erotismo que en su deseo hacia el objeto que esconde, lo enferma de impotencia, lo mancha de pecado, lo marca como prohibido y sólo queda un acercamiento a medias, que convierte en este caso a la desnudez en un objeto, y al reproducirlo, en un espectáculo contagioso.

pop_205_120140218120957.jpg

Los soñadores, Bernardo Bertolucci.

Si la desnudez del modelo esconde su propio pudor. Un cineasta sin pudor se lo permite, lo deja ocultarse sin contagiarle su propia vergüenza. Cuando el se nos destapa y desviste, el primer respeto hacia ese cuerpo le concierne al autor, en el momento del rodaje. Sólo de esa manera el respeto atraviesa la pantalla y el altoparlante para alcanzar al espectador. Sólo de esa manera es posible que el espectador respete aquella piel erizada, y así logre, por lo menos por un rato, respetar la desnudez ajena.

A partir de este punto, se enciende una luz en el camino hacia una ética representación de la desnudez.

Captura de pantalla de 2017-06-28 15:49:44.png

Actos solitarios, Nazli Dinçel

Deja un comentario