Dignidad anciana

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«Lucky» (2018) de John Carroll Lynch

Hace un par de semanas vi “Lucky” (John Carroll Lynch) protagonizada por el inconfundible Harry Dean Stanton, el mismo que participó varios lustros atrás en la impecable “Paris, Texas” (Win Wenders) y que dejó este mundo en Septiembre del 2017. Lucky fue la última película del nonagenario intérprete, y sobrevuela en ella un aura especial que da pie a una íntima reflexión sobre la muerte y la vejez. La historia de la trama es simple y algo pintoresca: Un viejo gruñón de nombre Lucky, antiguo ex comando de la armada, vive solo en un pueblo rural al límite de la frontera con México. Seguimos su rutina diaria que parece tan árida como los paisajes que habita (hacer gimnasia, caminar hasta la cantina del pueblo para desayunar, completar crucigramas, fumar, ver concursos de preguntas y respuestas por la tele, tomar un Bloody Mary en un bar) eventualmente, un accidente doméstico le hace dar cuenta de su estado frágil y solitario.

Lucky, es un monólogo de alguien que habla poco. Una persona que se percata que sus arrugas son mucho más profundas de lo que se pueden notar a simple vista. La película, fuera de lugares comunes, escarba con minimalismo y pudor en el peso de la vejez de su protagonista, quien termina aceptando la muerte como una liberación, e incluso un crecimiento. La mirada de Lucky, siempre hundida, senil, pero bondadosa, sostiene varios planos del filme buscando transmitir coraje, humildad, pero ante todo, dignidad. Esa es la sensación final que te deja este ensayo sobre la vejez: La dignidad anciana. Casi al final, Lucky asiste a una fiesta de cumpleaños de la que es invitado por mera cortesía. Todxs en la fiesta son mexicanxs, y aunque casi nadie conoce a Lucky, éste, dejando atrás su áspera actitud, se anima y canta una ranchera para sorpresa de lxs presentes. La siguiente escena nos lleva al bar que Lucky suele frecuentar, y en medio de una discusión, el protagonista suelta un discurso sobre los hechos que construyen una vida y el inminente paso a la muerte, al que sólo se le puede enfrentar con una sonrisa, incluso, con una canción. Lejos de sensiblerías o fórmulas comerciales, Lucky, sin grandes dramatismos ni epifanías, se planta constante y erguido (o al menos todo lo erguido que sus huesos le permiten) para afrontar, más convencido, un destino final que muy lento se anuncia.

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Harry Dean Stanton en una inspirada escena. Cantando mariachis

Hay otro tipo de películas que intentan enrollar estas temáticas, pero con un efecto menos inspirador. Recuerdo una comedia llamada “Last Vegas” protagonizada por pesos pesados de la industria como Morgan Freeman, Robert De Niro y Michael Douglas. Muy en las antípodas de “Lucky”, “Last Vegas” pone deliberadamente a hombres ridículos que bordean los setenta y  que pretenden darse su última juerga antes del retiro. Finalmente descubren que la vejez no es un inminente ocaso, sino que una etapa dichosa que vale la pena vivirla a su propio ritmo. Ahí la dignidad anciana más parece un trazo comercial de aquel Carpe Diem que se estila en las publicidades de pañales para la tercera edad. Más que dignidad frente a la vejez, tenemos personajes que no aceptan su vejez, mientras que el foco de la película se propone banalizarla, no representarla, aunque al final se esfuercen en decir que se trata de una etapa feliz de la vida. En todo caso, no digo que porque sus protagonistas sean viejos deban tocar irretractablemente el tema de la muerte, pero la vejez con todas sus vicisitudes, con todos los achaques físicos, psicológicos y emocionales que conlleva, no puede pasar desapercibida, no puede ser sólo una anécdota, un dato o un rasgo. Es algo que urge explorar temáticamente, y no sólo comercializarla como una increíble etapa para la jubilación (mucho más cuando en Latinoamérica sabemos que jubilación no garantiza ninguna satisfacción)

La dignidad anciana es una declaración de principios para el mundo audiovisual, el cual se decanta fácilmente por la piel tersa. Ser viejx es relegarse a papeles secundarios: abuelos tiernos, comprensivos, pícaros y sabios. Abuelas amorosas, conservadoras y estrafalarias. Es muy fácil agarrar el cliché del viejx y ponerlo en una historia audiovisual. Así como cualquier estereotipo, la ancianidad es otro recoveco llenado por el lugar común, quizás el más inocente y simplista, profundizarla y desentrañar en sus problemáticas es un ejercicio demasiado anticomercial, ya que no se ajusta a los valores estéticos de la imagen actual y además, no es un tema cómodo de tocar.

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«Gloria» (2013) Sebastián Lelio

Se me vienen a la mente ciertas películas que tocan el tema de la vejez y su dignidad con mayor o menor suerte. Las chilenas “Gatos Viejos” (Sebastián Silva y Pedro Peirano) y “Gloria” (Sebastián Lelio) son un ejemplo de cómo retratar desde la simpleza y naturalidad aquella actitud. “Gatos viejos” nos presenta una pareja de octogenarios en la que la mujer empieza a presentar signos de alzhéimer, todo se complica luego de una improvisada (e incómoda) reunión familiar. Los intempestivos problemas de salud y especialmente el abandono, van girando en la película. Sus protagonistas buscarán la dignidad que sus familiares no les profieren, por medio de la compañía que se tienen.

A su vez “Gloria” es el retrato de una mujer mayor que ha comenzado a explorar su deseo. Las escenas de sexo que dejan al descubierto los cuerpos deteriorados por la edad, se imponen frente a un público que sigue observando como anti estético lo flácido y arrugado. Gloria, la protagonista de la historia, al igual que Lucky, encuentra su dignidad enfrentando sus inseguridades y aceptando el destino inminente de su ancianidad con una actitud valerosa.

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Agnes Varda reencontrándose con su juventud en «Visages Villages» (2017)

Podemos irnos a los documentales, en el imborrable “Visages Villages” (Agnes Varda)  Agnes Varda se desnuda emocionalmente frente a la pantalla y a pesar de su ceguera, de su dificultad para moverse y de lo cansada que se le ve, no deja atrás su espíritu inquieto. O la emocionante “Young at Heart” (Stephen Walker) que sigue a un coro de ancianos de un asilo donde interpretan canciones de los Ramones o Sonic Youth con el fin de mantener la electricidad en sus acompasados corazones. La reflexión del director es la siguiente: “Ellos (lxs protagonistas del docu) han decidido que sus últimos días los van a pasar cantando. La verdad es que siempre pensamos en la vejez como algo horrible pero la vejez es una historia de éxito, porque no has muerto joven”.

Nadie pretende aquí romantizar la vejez, sino, simplemente darle la dignidad que se merece. El cuerpo de la vejez – como ha pasado con lxs gordxs y disidentes sexuales – ha sido ocultado o higienizado por el cine en pos de una estética acartonada, y de reflexiones superfluas, es hora de mostrar que puede ir más allá de la mera anécdota del viejo que entiende que ser viejo no es el fin del mundo. Se trata de transmitir la dignidad por medio de una sincera sonrisa frente al destino.-

Extracto del documental «Young at heart»

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