Miyazaki y la sinceridad

Por Josefina Minolli

Miyazaki picture

En foto: collage de los personajes de las películas de Hayao Miyazaki.

 

Me declaro amante de las películas de Estudios Ghibli. Aunque confieso que las conozco solamente desde el año pasado, desde mi primer encuentro con una de ellas (El Viaje de Chihiro) no pude evitar ver una tras otra, hasta llegar a ver casi toda la filmografía de Hayao Miyazaki. Y si bien yo comencé a ver sus películas de grande, me pregunto cómo hubiese sido esa experiencia si me hubiese topado con ellas de pequeña. ¿Por qué? Porque Miyazaki es uno de los pocos directores que le habla con sinceridad a los niños, que se los toma en serio y que es consciente de la enorme responsabilidad que supone narrar historias para ellos.

El universo creado en sus películas no está libre de los problemas que le aquejan al mundo real. La guerra está presente en películas como “La Princesa Mononoke” y “Nausicaä del Valle del Viento”, en las cuales se libra una batalla entre los hombres y las criaturas de la naturaleza, dejándonos un claro mensaje sobre la necesaria convivencia entre ambos. De la mano de esto, en “Ponyo en el Acantilado” se puede ver un océano repleto de basura, representando la contaminación por la acción del hombre. La maduración y la pérdida también son temas recurrentes: En “El Viaje de Chihiro”, los padres de la protagonista son convertidos en cerdos debido a un hechizo, momento en el cual, Chihiro deberá luchar, tropezón tras tropezón, para revertirlo. La dualidad moral se halla en personajes como Lady Eboshi, de “La Princesa Mononoke”, que más allá de que desee asesinar a los dioses del bosque, su actitud para con las mujeres y los leprosos del pueblo es ejemplar. Además, este mismo aspecto puede verse reflejado en los habitantes del pueblo de esta película: Ellos quieren deshacerse de estos dioses, pero solamente como un intento de supervivencia, para preservar su “hábitat”. Sumado a todo esto, las mujeres suelen cumplir el rol de protagonistas e incluso muchas veces, son cabecillas de su comunidad: En “Nausicaä del Valle del Viento”, Nausicaä es quien lidera a su pueblo mientras que Lady Kushana capitanea el ejército del reino de Tormekia; en “La Princesa Mononoke”, San es quien lucha junto a los lobos para preservar el bosque y Lady Eboshi es quien conduce al pueblo de Tatara. No sólo eso, sino que también el concepto de “princesa” es totalmente distinto al que estamos acostumbrados. En estas películas su vestuario es sencillo y cómodo (incluso ninguna lleva vestido), son fuertes, pueden valerse por sí solas y luchan tanto como podría hacerlo un hombre en cualquier otra película infantil de animación. Jamás se ponen en la posición de “damisela en peligro” y si bien muchas de ellas tienen compañeros masculinos, el trato y la relación siempre es de igual a igual.

Es así como las historias de Miyazaki nos acercan al mundo: Nos permiten reconocer su carácter agridulce y la repetida ausencia de los finales felices. Sus películas son tan poderosas, tan humanas, tan increíblemente sinceras porque nos interpelan (a nosotros, los adultos; a ellos, los niños). Y como si fuera poco, proponen otra manera de ver las cosas, diferente a lo que estamos acostumbrados (la mirada occidental, o para ser más específica, la estadounidense). Son una ventana (¡Y qué ventana!) al mundo japonés: a su cultura, sus ritmos y sus creencias. Asimismo, en una era en donde lo digital arrasa con todo, las animaciones de este director (y el estudio en general) están hechas con la técnica tradicional: El dibujo a mano. Y es así como “peca” de acercarles (y acercarnos) un cuadro pictórico por cada fotograma reproducido.

Y, si bien no me declaro conocedora de las películas de Disney (cuando era chica estaba demasiado enamorada de Cartoon Network y Nickelodeon) lo poco que vi me hace preguntar qué es realmente lo que impulsa su realización. ¿Su motivación es la misma que la de Estudios Ghibli? No está de más decir que los “happily ever after”, las princesas bellísimas, los príncipes azules y los villanos malos muy malos abundan en la filmografía de Disney. Sus princesas no son como las de Miyazaki, sino que se caracterizan por su debilidad y dependencia; mientras que los príncipes azules se destacan por su masculinidad y su belleza. Así es como estas películas, no sólo refuerzan estereotipos sino que también “muestran una ruta simplificada hacia la felicidad, que si bien, puede ser reconfortante, también puede ser dañiño”*.

Entonces ahí es cuando me gustaría preguntarme y preguntarles ¿Es importante el tipo de películas que uno ve de niño? Personalmente creo que sí. Creo que los audiovisuales tienen un enorme poder a la hora de influenciarnos sobre nuestra perspectiva de cómo funcionan las cosas. ¿Qué pasa cuando esas historias simplifican al mundo, lo vuelven estereotipado, convierten todo a color rosa? ¿Y, qué pasa cuando, por el contrario, nos acercan al mundo, a “las cosas”, a la vida?

Para quienes no vieron ninguna peli de Miyazaki, les recomiendo (comenzar con) El Viaje de Chihiro y Mi Vecino Totoro. De todas formas, este estudio también produce películas de otros directores como Isao Takahata de quien les recomiendo El Cuento de la Princesa Kaguya y La Tumba de las Luciérnagas (esta última para mayores de 13 años).

Por último y para concluir, me gustaría preguntarles ¿Ustedes, qué piensan de las películas de Estudios Ghibli? ¿Creen que los niños pueden entenderlas y disfrutarlas? Y a quien sepa más respecto a las películas de Disney, ¿Creen que transmiten los mismos valores y que aportan a enriquecer la visión que tienen los niños del mundo? ¿O todo lo contrario? ¿Y qué hay de Pixar? ¿Se le podría cuestionar lo mismo?

REFERENCIAS (a quien le interese el tema, se las recomiendo):

– * http://screenrobot.com/hayao-miyazaki-great-feminist-filmm…/
http://magnet.xataka.com/…/las-claves-esteticas-y-tematicas…
https://www.youtube.com/watch?v=52raDbtNpa4
http://fundacionlumiere.org/…/la-filosofia-de-miyazaki-y-g…/
https://bgubitosi.wordpress.com/studio-ghibli-not-the-ordi…/

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