El cine (es) (puede ser) un arma de guerra

Desde que nos conocimos con mis amigas – compañeras del cine, discutimos acerca de esta cuestión: el cine como arma de guerra, sus usos y desusos.

fabb557e-b48d-4ae6-90c3-145dc4bee8e5.jpg

Lluvia de jaulas, por Cesar Gonzalez.

Esto no es la teoría de la aguja hipodérmica. Considero que ésta y la idea de que el público es una masa alienada subestima a nuestras receptoras. Más que insertarle una idea al público, a través de las “massmedia” (como sostiene la teoría de la aguja hipodérmica), la apuesta sería generar un golpe, una sacudida.

Con “golpe o sacudida” me refiero a correr o sacar de una zona de confort a las espectadoras. Este golpe no tiene porqué ser necesariamente violento, de hecho la violencia que cargan las películas de Lars Von Trier ahuyentan al público en vez de interactuar con éste. La sacudida puede ser un abrazo, que un filme te abrace cuando no lo esperabas. César Gonzalez me abraza cuando no lo espero, el me avisa que hacer cine no es cosa de ricas, que el arte es un derecho de todas las personas, con o sin hambre.

Justamente en contrapartida de creer que vivimos en una sociedad alienada (alienada por los medios que buscan este efecto), el cine como arma de guerra es requerir de las espectadoras conciencia y pensamiento crítico activo. No se les dá el significado ya masticado, el filme cobra sentido y se completa en la comprensión de cada espectadora.

Monique Wittig escribe un ensayo titulado “El caballo de Troya”, en donde habla de la literatura como arma de guerra y sobre todo en este escrito lo que se plantea es la disociación entre significado y significante. La autora dice que es necesario exponer al significante despojado de significados, volverlo al primer significado y vaciarlo de los demás. De esa manera es posible transmitir o mostrar algo como si fuese visto por primera vez, ese es el golpe, la sorpresa de mirar, de descubrir por primera vez un árbol o una mujer.

Esto también fue escrito por Glauber Rocha en “La estética del hambre” cuando hace la distinción entre el cine digestivo y el Cinema Novo. El autor no hace este foco lingüístico de significado-significante, no se vuelve hacia la forma bruta de las cosas, pero la elección de nombrar digestivo para nombrar un cine con destino comercial, según el, carente de mensaje. En este aspecto desacuerdo, ya que no creo para nada en la inocencia de las realizadoras. Carente de mensaje no, sino carente de cuestionamientos. Son mensajes repetidos, estandarizados, heteronormados, individualizantes, románticos, fácilmente digeribles por ser mensajes constantemente dichos. Éste, el cine digestivo es el que muestra las cosas cargadas de significados que sostienen una realidad moral ciegamente aceptada.

DEUSEODIABO1.jpg

Deus e diabo na terra do sol, por Glauber Rocha

Necesito incomodar porque me siento incómoda. Necesito transmitir, porque estoy constantemente expuesta a una realidad que es distinta a la realidad masivamente transmitida. Cuando veo cine realista, no veo la realidad en que vivimos. Puedo ver una ficción creíble, cuando Glauber veía el cine que se hacía en Latinoamérica en los setenta, no encontraba allí la realidad factible que se vivía en Brasil; solo formas digeribles de mostrar una realidad tibia e inexistente. Cuando Sebastiao Salgado hizo “Otras Américas” estaba intentando mostrar la realidad que él veía, descubría y sentía en América y que no se estaba viendo reflejada en otras representaciones de estas tierras.

El cine no es fácil de hacer, pero en este tiempo que llevo aprendiendolo, entendí que es más importante lo que metemos dentro de esas dos horas, que el travelling fantástico que podemos hacer.

Deja un comentario