Cine del olvido

Por Matías Berelejis

No hay nada peor para una obra de arte que ser olvidada.

No ser lo suficientemente mala ni buena para que algo de ella nos haya quedado grabado.

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Fotograma de A Ghost Story

De todas maneras qué hace a una película olvidable es diferente para cada espectador. Y también es una cuestión de tiempos.

Con el correr de los días y la distancia de cuando vimos algo vamos perdiendo detalles lentamente. Fragmentos del film van desapareciendo, amalgamándose cada vez más en una bola más y más chiquita. Puede que sólo nos quede una escena. Puede que no nos quede nada. Llega un momento en que a nosotrxs sólo nos queda su esencia. Sólo nos quedan las sensaciones que nos causó. Luego de eso llega el olvido completo.

¿Qué es lo bueno de un film? ¿Qué es lo malo?

La originalidad y la creatividad tienen mucho que ver. La identidad. Lo que distingue a una obra de otra. Algo nuevo, o combinación nueva que proponga esta obra. Un nuevo orden de los factores tal vez. Es eso distinto lo que nos genera emociones. En lo malo nos puede dar bronca, decepción. Un film tan malo que es bueno es un caso extraño, donde resalta la sorpresa, asombro ante las decisiones tomadas, ante lo inesperado.

Lo que es copia se vuelve invisible más rápido. Las figuritas repetidas valen muchísimo menos que encontrarse con algo nuevo.

Pasamos por el recuerdo, y luego el recuerdo del recuerdo, y luego el recuerdo del recuerdo del recuerdo y el recuerdo del recuerdo del recuerdo del recuerdo… todo sin darnos cuenta, de manera fluída.  La imagen de la memoria se va desenfocando.

Vengo escuchando cada vez más seguido sobre el miedo al olvido. Tanto el miedo a olvidar, como a el ser olvidado. El miedo de perder el pasado, y de dejar de ser parte del pasado, de ser borrado de la historia. Miedo a no trascender.

Quizás es por eso que lo peor para un film es el no ser recordado. Porque en la actualidad (y tal vez desde siempre) ese valor se aplica a todo lo existente. A todo lo que la humanidad valora. Se nos inculca el ser especiales, únicos, el valor de encontrar algo que sólo nosotros podemos hacer. Nuestro valor original y creativo es puesto en la balanza imaginaria de la sociedad. Debemos descubrir esa esencia nuestra y exprimirla hasta que hayamos dado todo lo que podamos dar.

Lo mismo se exige en algunos contextos de producción artística. En algunos artistas. Debemos crear. Crear algo único. Pero cuando tengamos la idea debemos visualizar lo único de esa obra y refinarlo como se haría con un diamante en bruto. Debemos hacerlo porque si no desperdiciamos ese potencial.

Triste panorama me parece la verdad.

La lucha de la originalidad y la trascendencia, termina siendo vinculado con el “más tarde que temprano”. La lucha eterna de la vida y la muerte pasa en una forma hiper reducida, pero pasa, con el cine del olvido. La búsqueda de la inmortalidad llega a nuestros films. La trascendencia en un mundo donde todo llega a un fin tarde o temprano me hace mirar con otros ojos a esas pobres películas del olvido. Quizás porque en algún momento compartiremos su destino.

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Fotograma de Eterno resplandor de una mente sin recuerdos

(Pondría fotogramas de películas olvidables, pero las olvidé)

 

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